Recientemente, el Fondo Editorial de la Universidad de Lima presentó el segundo número de Limaq, publicación a cargo de la carrera de Arquitectura, que en esta ocasión se centra en la conservación del patrimonio, especialmente el contemporáneo. Al respecto conversamos con el arquitecto Martin Fabbri García, docente de esa casa de estudios, quien reflexiona sobre el crecimiento desordenado y falta de planificación en la ciudad de Lima, factores que generan un problema de conservación.
¿Cómo aborda el reciente número de Limaq el tema de conservación patrimonial y su relación con el sector inmobiliario? Nuestra publicación se orienta especialmente a la conservación del patrimonio contemporáneo, que actualmente está enfrentándose al sector inmobiliario. Tenemos mucho desarrollo inmobiliario, pero que evoluciona sobre la base de edificios que tienen que ser demolidos o sobre distritos ya consolidados, que terminan siendo afectados. Eso es algo que hasta hoy no se sabe cómo resolver.
En las leyes internacionales hay ciertos parámetros que permiten controlar esto. Uno de ellos es la antigüedad del edificio. Hasta dónde puedes declarar un edificio patrimonial. Normalmente una referencia son 50 años, pero además el autor de la obra debe haber fallecido para evitar reclamos judiciales de autoría y especulaciones inmobiliarias. Esto se da más en el campo del arte que en el inmobiliario. Acá, tenemos, por ejemplo, al alcalde de San Isidro que acaba de declarar una lista de inmuebles que a él le interesa que sean protegidos. No hay un parámetro de antigüedad y entre los edificios ha puesto no solamente a los arqueológicos, también al edificio de PetroPerú. Uno de sus objetivos es que no termine siendo concesionado y como un proyecto inmobiliario.
También podemos citar casos distintos, como en Barranco, cuyo alcalde ha declarado que necesita reducir la zona monumental protegida porque, normalmente, la periferia es destino de las inversiones más interesantes y no el corazón, donde resulta más complejo intervenir. Él busca plantear un cambio en parámetros a fin de lograr un crecimiento inmobiliario.
Podría establecerse entonces un punto medio. ¿Cuál sería? La ley en ese sentido es pobre. Podría establecer en primer lugar ciertos parámetros de antigüedad. Es difícil decir que una casa construida recientemente vaya a ser patrimonio nacional, pues no tendría sentido. Tiene que existir un parámetro temporal que defina, por ejemplo, proteger edificios construidos hasta los años cincuenta o sesenta.
En segundo lugar, la ley peruana es binaria. Nombra o quita categorías a nivel nacional, y eso no les permite a los alcaldes tener una acción directa sobre esos inmuebles. Probablemente se necesite una nominación de patrimonio más sofisticada, que abarque lo nacional pero también lo regional y municipal, así tendríamos injerencias distintas. Nacional con ministerios, regional con gobiernos regionales y distrital con municipios. Cada alcalde cuenta en su distrito con una cantidad de edificios que han nominado para administrarlos directamente, o por último para que puedan autorizar acciones sobre estos, dependiendo de su rango.
¿En quién recaería entonces la responsabilidad de conservar el patrimonio? Siempre va a ser una acción privada en el sentido de que la propiedad también lo es. En el caso del Centro de Lima tenemos un problema social, porque el Estado entra como inversor social pero existe cierto temor. Está el problema de la Plaza Dos de Mayo, donde todos reclaman pero el Estado no tiene ninguna posibilidad legal de dar dinero a la casa de un privado, aunque sea patrimonial, salvo que sea a través de subsidio social, algo que no ha sido planificado.
El arquitecto Fabbri manifiesta que es difícil decir que una casa construida recientemente vaya a ser patrimonio nacional, pues no tendría sentido. Tiene que existir, comenta, un parámetro temporal que defina, por ejemplo, proteger edificios construidos hasta los años cincuenta o sesenta.
EN EL EXTRANJERO
¿En qué se caracteriza el patrimonio peruano en comparación a otros países? En el país, el patrimonio tiene tendencia a la arqueología porque está vinculada al turismo. Lo que no hemos hecho es vincular nuestro patrimonio contemporáneo al turismo. Existen lugares donde el turismo es casi contemporáneo. En Nueva York, por ejemplo, todos los edificios que visitas son del año 1900 en adelante. No hay ninguna huaca o resto arqueológico.
En cualquier ciudad de Latinoamérica, el Centro Cívico sería un atractivo turístico. Puedes ir a la torre Latinoamericana del DF en México o al Banespa de Sao Paulo y tienes ascensores para turistas, salas donde explican la historia, vistas panorámicas, polos, souvenirs, etcétera. Eso no tenemos acá.
En nuestro caso, no hay decisión sobre qué conservar. Al final se trata de una decisión colectiva, un ejercicio del gusto. La sociedad debe ser capaz de ejercer una selección, hacer nominaciones y decidir cuáles son los aspectos compatibles. Pero la realidad es que no existe criterio y tampoco hay normas. Tenemos un claro ejemplo en la avenida Grau con un edificio de Seoane, una estrella de la arquitectura contemporánea, pero que está forrado de publicidad. Nadie les ha explicado a los propietarios el valor que tiene, no lo hemos decidido.
CIUDAD
¿Deberíamos tener una ciudad más “chata”? En parte sí. Creo que hay una cuestión de principios. La industria inmobiliaria no ha generado ciudad ni espacios de crecimiento. La inversión se hace sobre barrios que ya existen. Los intentos que han hecho las administraciones centrales, locales y la inversión privada es tratar de generar nuevas zonas de urbanización en la ciudad, y exceptuando algunos programas sociales hechos de manera satelital y aislada, la ciudad no ha tenido una forma de crecer en la que se puedan planificar barrios de alta densidad.
A la par de la conservación, existe también la renovación urbana, la densificación de barrios que han sufrido un deterioro y necesitan un proyecto de renovación. Los desarrollos industriales de Lima como el Callao, La Victoria y el Rímac no han sido tocados. Son barrios que aparecieron durante el siglo XX a raíz del proceso de industrialización de la ciudad.
PROPUESTAS
¿Cuáles son los puntos más importantes que toca la revista Limaq, que se presentó recientemente? Destaco dos cosas. Primero, que necesitamos proponerle al Ministerio de Cultura una forma de normativa, algunas condiciones mínimas para permitir la inversión. Se necesita incorporar el problema de la conservación como uno de los programas sociales de inversión del Estado. Debe ser un tema de interés nacional. Seguramente se tendrán que estudiar algunas facilidades para que la gente pueda invertir en ello y subvenciones para las poblaciones sociales marginales que también están involucradas.
En segundo lugar, destacamos que la conservación del patrimonio contemporáneo exige las mismas condiciones que la conservación del patrimonio tradicionalmente entendido. Es necesario ejercer una labor de cuidado en edificios y plazas de tal manera que se mantengan a futuro, de lo contrario el siglo XX no va a existir para la historia del Perú, no vamos a tener la posibilidad de explicar a los niños qué fue lo que se hizo en esa época.
Para cumplir estos objetivos, ¿Se está trabajando en alguna propuesta? Nos interesa plantear una mesa de trabajo que probablemente se concrete después de abril. Pensamos ofrecerle al Ministerio de Cultura una suerte de propuesta legislativa que pueda prosperar. Es un camino largo porque después tendría que entrar al Congreso, pero queremos ofrecer alternativas.
¿Cuántas unidades de patrimonios se desea conservar? Unas ocho en realidad. En el Centro de Lima hay 600 inmuebles declarados. Probablemente una cantidad bastante menor en relación a la ciudad de Lima, pero es importante que exista conciencia de patrimonio, no necesariamente todo aquello que se nomina es lo que se va a preservar. Estos 600 monumentos están allí, sobreviviendo como pueden. Muy pocos tienen proyectos de conservación o de mantenimiento.
¿En qué ha consistido su trabajo con los alumnos de la Universidad de Lima? Los estudiantes de arquitectura tienen al final de su carrera tres especializaciones. Por lo tanto, eligen una serie de cursos que les permiten tener, aparte de su título profesional, un diploma de especialización en urbanismo, técnicas de la construcción o conservación del patrimonio. Entonces, deben llevar toda la línea de la historia de la arquitectura, cursos de conservación, seminarios y luego desarrollan una tesis. Lo que estoy haciendo con la universidad es trabajar en el área de conservación de patrimonio, que es una de las especializaciones de la carrera de arquitectura, para que los estudiantes puedan proponer acciones directas. Esta publicación busca hacer notar que la universidad está proponiendo alternativas.
Finalmente, ¿Cuál cree que es la importancia del patrimonio cultural para la sociedad en general? Creo que actualmente existe una sensación de desarraigo o de no pertenencia. En los países desarrollados existe una cierta reserva cultural que hace autónomos a sus ciudadanos y nosotros debemos llegar a eso. A pesar de que el tema puede ser visto como una eventualidad, la idea del patrimonio puede contribuir como un importante factor social.
Publicado en revista Proyecta Ed. 43.
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