Por: Jorge Alberto Zapata. Gerente General, La Muralla Inversiones Inmobiliarias
Es un hecho que para la economía global y para el Perú en particular vendrán meses complicados. Se hace imperativo que el Estado articule e implemente en el menor tiempo posible medidas reactivadoras de la economía doméstica. Las medidas deben enfocar sus esfuerzos a que el dinero llegue a los ciudadanos y a las empresas que siguen apostando, y que no se quede en las tesorerías de los bancos.
Es también fundamental que las tasas de interés cobradas por la banca nacional, disminuyan de forma significativa en línea con las rebajas a niveles históricos de las tasas de referencia de Bancos Centrales a nivel mundial, esto a fin de que el consumo y sobre todo las inversiones no caigan demasiado, lo cual contribuirá a que el empleo no se deteriore.
En este escenario esperable, juega un rol fundamental la industria inmobiliaria por tres razones básicas: primero porque sus aliados estratégicos, la construcción y sus proveedores, son importantes generadores de puestos de trabajo; segundo porque responde a una necesidad real: el requerimiento de vivienda adecuada en vastos sectores de la población; y tercero porque es una industria dinámica y en marcha, es decir, con capacidad instalada para responder rápido ante cualquier estímulo.
¿Qué necesita la industria inmobiliaria para ser un agente dinamizador de la economía? No demasiado. El requisito primigenio es recuperar la confianza principalmente de las empresas desarrolladoras de vivienda y de sus clientes. Para ello deben generarse expectativas positivas que sean vistas como oportunidades que no se presentarán más tarde.
Con este objetivo es necesario mover dos elementos: que las tasas aplicadas a los préstamos hipotecarios caigan sustancialmente y que el Estado mejore los estímulos otorgados a través de los bonos gestionados por el Fondo Mivivienda. Esto aunado a un paquete de estímulos fiscales orientados al restablecimiento de la actividad económica en general, debería ser imperativo para que la industria inmobiliaria conserve su dinamismo y se convierta en uno de los motores de la reactivación.
De otro lado, actores como el Ministerio de Vivienda, municipalidades, empresas prestadoras de servicios de agua y saneamiento, entre otros, deben colocarse el overol y trabajar en armonía en pro de lograr una recuperación económica rápida y sostenida. Para ello el Gobierno central debería tomar algunas medidas adicionales conducentes a que se faciliten los procesos y se acelere la ejecución de los proyectos.
Es tiempo que las autoridades locales no trabajen únicamente para el círculo reducido de sus votantes, sino que actúen con una visión más de alcance nacional y en beneficio de los más necesitados, que son quienes más van a sufrir de producirse una fuerte y prolongada recesión económica.
En 1933 Franklin D. Roosvelt asumió la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica en medio de una de las peores crisis económicas en la historia moderna de la humanidad. Durante su gobierno implementó su famoso New Deal; un paquete de inversiones en infraestructura y gastos del Estado sin precedentes que apuntaba a dar mejores servicios a la población e, indirectamente, a poner mayores recursos en los bolsillos de los ciudadanos, lo que a su vez serviría para estimular la recuperación económica.
Hoy inspiradas en ellas, políticas contracíclicas son anunciadas por países preocupados por la marcha de sus economías. Sin embargo, a nivel local parece haber un temor excesivo hacia estas políticas, quizás a consecuencia de lo vivido en los años ochenta; pero vale recordar que han pasado treinta años y que fenómenos como: inflación, déficits fiscales incontrolables, reservas diminutas, y endeudamiento público descomunal, han desaparecido del inventario de la macroeconomía nacional durante estos treinta años. Por lo que sería adecuado que nuestro Gobierno rescate la frase de Roosvelt: “a lo único que debemos temer es al miedo mismo”.
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