El 27 de febrero pasado se cumplieron 10 años del sismo de 8.8 en la escala Richter en Chile, que dejó 524 muertos y 31 desaparecidos; así como la destrucción de 220,000 viviendas. En total, según fuentes oficiales, 12.8 millones de habitantes fueron damnificados, lo que supone el 75% de la población.
Diez años después, Chile es referencia en tecnologías antisísmicas. Los trabajos del equipo de ingenieros de la Pontificia Universidad Católica de Chile, liderados por Juan Carlos de la Llera, en aislamiento y disipación sísmica ayudan a reducir el movimiento en edificios. Actualmente, existen 140 estructuras con este tipo de innovaciones en oficinas, residencias, hospitales, edificios patrimoniales, etc… de todo ese país.
“En Chile hemos desarrollado dispositivos de muy bajo costo para poder incorporarlos también en vivienda social. Incluso ahora ya tenemos muchas viviendas sociales que tienen un nivel de seguridad 10 veces mayor que una estructura convencional”, explica Juan Carlos de la Llera. “El Gobierno busca formas de abaratar para conseguir extender al máximo la construcción para mejorar la cobertura de todas las viviendas, incluyendo incluso aislamiento sísmico”.
La técnica de disipación de la energía, es una especie de “embrague” para los edificios. Estos dispositivos se colocan en el interior de los edificios en puntos concretos, y absorben la energía que trasmite el suelo a la estructura. “Tenemos unos dispositivos que son básicamente pistones, con un fluido viscoso, igual que el amortiguador de un coche, solo que con un tamaño muy superior para fuerzas de hasta 200 toneladas”, apunta De la Llera.
Estos dispositivos se pueden cambiar y reemplazar después del terremoto. Es más, explica, que algunos dispositivos se pueden controlar automáticamente durante el terremoto cambiando la viscosidad de un fluido para controlar más el posible movimiento. “Hay una gama muy grande de soluciones que hemos ido desarrollando y patentando y que vamos usando en las distintas estructuras”.
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