Por: Ing. Orlando Ardito. Gerente General de EPEI-PERÚ.
Cuando pensamos en Inteligencia Artificial (IA) se nos viene a la mente la clásica figura de un robot que nos asiste y brinda soluciones para la industria, los negocios, la banca, la agricultura, las telecomunicaciones, o cualquier otra actividad, incluso en la casa. La IA nos acompaña para todo eso y mucho más!, se encuentra en los lugares más insospechados que podamos imaginar, podría estar detrás de las paredes de una edificación y mejorar la forma en que vivimos sin darnos cuenta.
Por lo general nadie sabe de dónde sale ni a dónde va, es más, podríamos decir que es una incertidumbre hasta dónde llegará, pero todos aceptan que es necesario “subirse al tren de la Inteligencia Artificial”, porque si no lo hacemos, como dice John Chambers, (Ex director Ejecutivo y CEO de Cisco Systems), por lo menos el 40% de todos los negocios desaparecerán en los siguientes 10 años si no se adaptan a las nuevas tecnologías y a la aplicación de la IA en sus empresas.
Pero así como la IA avanza rápidamente, a la par enfrenta temas de orden ético en su proceso de aplicación. Por ejemplo, el uso de los drones puede ser polémico en materia militar, seguridad ciudadana o privacidad.
De manera similar, la pandemia coloca frente a nuestros ojos un nuevo paradigma. Si bien es cierto la telemedicina, detección de casos, diagnósticos y la propia atención médica no son nuevas, lo que si se proyecta es su uso de manera masiva, pues por ahora es la única alternativa para seguir atendiendo a los pacientes. Seremos monitoreados por sensores que medirán nuestros signos vitales, nuestras pulsaciones, saturación de oxigeno y todo podría ir a una central sanitaria para identificar a los enfermos, esa sería la nueva normalidad cuando se gestione la salud de las personas.
En ese sentido hoy más que nunca la IA tiene un poderoso reto para resolver este dilema y responder a la necesidades actuales y futuras, pero también está en juego la privacidad, el uso de datos, etc. La máquina, los sistemas y toda conexión que se involucre con el ser humano debe responder también al valor ético del mismo.
La IA sin pautas éticas podría generar problemas más que soluciones. Las empresas que aplican la transformación digital en sus procesos deben complementar aspectos no solo de eficacia del producto, sino también cómo se elaboran, niveles de control y/o seguridad, bajo qué condiciones, entre otros.
Hay aspectos que debemos de considerar en cualquier industria respecto a la ética y la IA; estos son los tres los principios morales que se deben aplicar a la Inteligencia Artificial:
La tecnología debe estar plenamente centrada en el ser humano (prestando especial atención a los grupos vulnerables, como los menores de edad o las personas con discapacidades.)
Tiene que respetar los derechos de regulación aplicable fundamentales, siendo además, técnicamente robusta y fiable.
Su funcionamiento debe ser transparente y no debe restringir la libertad humana.
Sin pautas éticas en las empresas que aplican la Inteligencia Artificial, éstas podrían salirse de control.