Por: Orlando Ardito. Gerente General de EPEI-Perú
¿Son las leyes, a las que debemos acatar por obligación, suficientes para vivir en armonía en un país, comunidad, organización, empresa o negocio? Seguramente, alguna vez, ha escuchado esta frase «Hecha la ley, hecha la trampa», nos imaginamos que sí. ¿Acaso dependemos de las leyes para actuar bien, de manera transparente y responsable en el mercado que nos toca desarrollar?
La historia de los grandes fraudes, infracciones, delitos de cohecho, soborno, lavado de activos y financiamiento de terrorismo, lamentablemente es una realidad que no es ajena al mundo de los negocios.
Cada acción que se desarrolla en una negociación no solo produce una relación comercial en sí misma, sino genera un intercambio que va más allá de la rentabilidad, se produce un proceso importantísimo, se trata del intercambio de valores y cultura entre las empresas cuando se suscitan o gestionan los negocios. Si estos valores son débiles y vulnerables la empresa será percibida como tal (sin valores), afectando su imagen y reputación.
Desde hace años se manejan nuevas tendencias que ayudan a las organizaciones a evitar caer en actos no lícitos o inadecuados, el uso de las llamadas Normas Voluntarias al interior de las empresas evitan riesgos innecesarios y contribuyen en apoyar la salud legal, financiera y reputacional de estas organizaciones. Una de esas tendencias es el compliance o cumplimiento normativo, si lo explicamos de manera breve, es un programa que autorregula el actuar de una empresa.
Otro de los aportes de compliance es motivar una cultura de integridad al interior de la empresa, afianzar los valores y la línea ética entre los colaboradores y los altos mandos en la organización.
El compliance tuvo su nacimiento en EE.UU. en los años 70 y 80, cuando grandes escándalos financieros y de corrupción afectaron a importantes compañías. Adquirir buenas prácticas, a través de normativas voluntarias, viene demostrando al mundo- desde hace varios años- el compromiso de las empresas ante la comunidad y sus colaboradores.
Es por ello que, desde hace cinco años la asociación de empresas de productos eléctricos internacionales, EPEI Perú, a través de la declaración de Cumplimiento Multipartidaria, asume y reafirma su disposición a asumir políticas estrictas de cumplimiento y ética empresarial, principalmente tolerancia cero a la práctica del soborno y la corrupción. Del mismo modo, ratifica su compromiso para el cumplimiento de las normas legales, políticas internas, compromisos con clientes, proveedores o terceros.
Como gremio mantiene la firme idea de lucha en favor de la calidad de los productos y en contra de la falsificación. La realidad demuestra que donde hay productos subestándares o falsificados hay un componente de corrupción, la sociedad debe entenderlo así. También se viene difundiendo y visibilizando -de manera sostenida- las graves consecuencias de la informalidad y sus efectos en la seguridad de los consumidores; de igual forma, se hace visible la problemática de la fiscalización y control de aduanas, puntos neurálgicos, donde se inicia la ruta de la falsificación de productos eléctricos dirigidos al mercado informal, lo que provoca inseguridad a las personas y al lugar donde viven.
En este marco, un aspecto saludable, que se suma a este propósito de buenas prácticas en las organizaciones es la nueva norma ISO 37301:2021, dirigida a sistemas de gestión de cumplimiento (publicada el 13 de abril del 2021), la novedad es que es certificable a diferencia de su antecesora el ISO 19600. Más que una guía es un manual de procedimiento que aportará a la organización que asuma su aplicación.
El reto es que más empresas decidan hacerla suya, no importa el tamaño, si es una Mype, Pyme o Gran Empresa, todos podemos hacerle frente a uno de los principales problemas del sector de productos eléctricos: la informalidad, esa que afecta la economía y genera inseguridad a millones de peruanos.