Es cierto que la evolución del sector inmobiliario se ha ralentizado, sin embargo, el déficit habitacional sigue en ascenso, tanto cuantitativo como cualitativo. Bajo esa realidad, el Estado ha incrementado la suma del subsidio a través de sus bonos habitacionales para incentivar algo la construcción de nuevas viviendas y más familias puedan acceder a la oferta.
Lo que no debe olvidar el Estado, igual, es que también debe sumar más infraestructura de servicios básicos, de terrenos saneados y habilitados para edificios industriales, comerciales; así como de nuevas oficinas. Si no se toman medidas en paralelo la tendencia de que el déficit, no solo de viviendas sino de lo otro, siga aumentando.
Con las propuestas escuchadas de los candidatos a segunda vuelta, el futuro inmediato apunta a reactivar la construcción y la economía en general. Eso significaría, ojalá sea así, el crecimiento de muchas empresas, su diversificación; así como de sus actividades conexas que seguramente tendrán que ocupar nuevos espacios físicos en territorio peruano.
Si todo marcha como se prevé, la pregunta que salta es ¿dónde? ¿dónde se asentarían los nuevos requerimientos de espacios? Peor si no se conoce plan de desarrollo urbano con miras lejanas. Eso involucra actualizar o replantear zonificaciones, limitar terrenos para industrias, viviendas, comercio, oficinas, espacios públicos, entre otros.
¿Hacia las periferias o el centro? ¿Lo nuevo o lo que ya hay? Algunos afirman que hay que reformar lo que está, darle nuevos usos, rescatar, por ejemplo, los centros de las ciudades o zonas que han sido dejadas por industrias que se han mudado lejos. Es el caso de las avenidas Argentina o Colonial, en la capital. O aquellas casonas que albergan decenas de familias. Lo malo, también se sabe, que la renovación urbana en nuestro país tiene un alto costo económico sin agregar las restricciones de zonificación y los predios considerados monumentos históricos.
En Lima, se sabe que hay distritos donde hubo explosión inmobiliaria. Muchos inversionistas han levantado multifamiliares con diversas altitudes, sin embargo, empezaron a quejarse porque los grandes terrenos, aquellos de grandes dimensiones se acabaron. No hay, salvo se junten unifamiliares en venta para seguir avanzando. Pero hacia afuera es donde también se ha levantado mucha vivienda. Puente Piedra, Ancón, Huachipa, Lurín, la periferia limeña ha crecido, y la tendencia, según los otros críticos, es que hacia allá es donde hay terrenos para más casas, especialmente, la llamada social, la tipo Techo Propio.
Es ahí donde nace una nueva pregunta: ¿Y los servicios? Que ya no son solo agua y desagüe, energía eléctrica, internet que descontamos habrán; ahora preguntamos por el transporte, la infraestructura vial y las unidades motoras, esa que nos comunica, que nos moviliza. Por ejemplo, en la zona industrial de Lurín, ya la movilidad es puesta por las empresas asentadas allá. Grandes buses llevan y traen a los colaboradores desde un punto central “dentro de la ciudad” y los ingresan a su centro de labores, atravesando “pistas” en mal estado por cierto, porque ninguna línea de transporte llega a la zona, por la lejanía, por la poca demanda y por la escasa infraestructura vial.
En fin. El crecimiento que nos espera, por lo menos en el tema inmobiliario, no solo incluye viviendas incluye más y eso debe estar considerado en los planes del nuevo gobernante del país, quien tendrá que tratar con los gobernantes regionales y locales por el bien de todos.
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