La rara reacción que tenemos los humanos frente a un fuerte sismo van desde salir despavorido del lugar que nos cobija durante esos terribles segundos hasta quedarnos bajo el mejor resguardo que tenga la casa, departamento u oficina. El último caso sería la recomendación más adecuada si tuviéramos la seguridad de que nunca colapsará la edificación. Sin embargo, en nuestro país, un poco más del 70% de las viviendas está construida de manera informal, es decir, sin asistencia técnica de un profesional relacionado a la construcción.
¿Qué nos queda entonces? A decir de los especialistas consultados en este informe, solo tratar de salir si estamos en los primeros pisos, porque nadie sabe en realidad cómo se comportarán estas casas ante un sismo tan grande como el ocurrido en Chile (2010).
Casi todos han coincidido en decir que la vulnerabilidad de una edificación no se puede medir cuando se tiene un alto grado de informalidad en su construcción. Sin embargo, si se puede calcular cuando se tiene conocimiento del suelo en el que se levanta la casa y se hacen las estimaciones técnicas que aseguren que no se caerá ocasionando desgracias ni penurias.
Al respecto, el director de sismología del Instituto Geofísico del Perú, Hernando Tavera, es radical. «Conversando con unos colegas, ellos definieron algo que a viva voz se sabe, pero no se puede decir, analizar la vulnerabilidad de Lima no es posible sin un terremoto, y podemos aplicarlo a cualquier cosa, la vulnerabilidad de una persona frente a la gripe, por ejemplo, no la vamos a evaluar sin es que no le da la gripe. Un terremoto como el de Chile (2010) ocurre cada 200 años y son peligros de lo que conocemos poco o nada. En Chile se cayeron muchos edificios sólidos. Y si recordamos lo que hemos visto después del terremoto en Haití (2010), allá las casas no son como las que había en Chile, habría que preguntarnos ¿Estamos más para dónde? ¿Más para Haití o Chile?».
Aclara que no existe suelo malo, solo hay que saber qué tipo de estructura construir sobre ese suelo, nos dice. «La idea es sencilla. Consiste en buscar una coherencia entre suelo y estructura, si logramos eso habremos logrado muchísimo en lo que se refiere a prevención. Ya es sabido que los terremotos no matan, lo que mata son las estructuras que colapsan. Para evitar los colapsos es necesario conocer los suelos. Lo básico es hacer estudios. Pero si Lima ya está construida no es posible hacerlo como uno requiere, porque para hacerlo a profundidad no es posible destruir las viviendas para luego levantarlas. A mi criterio hay que intentar saber cómo actuar durante un terremoto. Cada persona debe conocer, después de evaluar su vivienda, si su casa le va a dar la seguridad necesaria o no. Si se la da en buena hora sino hay que ver cómo ponerse a buen recaudo», alertó.
ZONAS VULNERABLES
En tanto, el ex decano del Colegio de Ingenieros de Lima, ingeniero Javier Piqué del Pozo, afirma que hay varias realidades en Lima y por lo tanto también habría diversos comportamientos de las estructuras de las edificaciones. «Tenemos la Lima tradicional de los años 60, donde la mayoría de viviendas está sobre la proyección del río Rímac. Ese suelo, según los estudios, es muy compacto. Ahí tenemos al Cercado, Jesús María, San Isidro, Miraflores, Lince; inclusive, hasta San Martín de Porres está sobre un terreno firme, excepto cuando vas por Bellavista y el Callao. Por eso es que hay muchas viviendas que han sobrevivido a sismos anteriores. Esas casas, a pesar de que no había construcción antisísmica, eran casas con mucho muro. En esa zona no creo que haya mucho problema de vulnerabilidad excepto en los Barrios Altos, pero no por ser malas viviendas sino porque son construcciones antiguas y mal mantenidas» comenta.
Respecto a la situación de Barrios Altos, continúa diciendo que es lamentable la falta de mantenimiento de las casas, la mayoría hechas con adobe. «Desgraciadamente, ahí casi todo se ha tugurizado y las personas no le dan mantenimiento, han puesto baños por todo lados porque lo han lotizado. Como se sabe, eso no se puede hacer en una construcción de adobe como las que abundan en esa zona. La quincha, que es a base de madera y caña, se puede podrir y si no tarrajeas después de un temblor se malogra. El sistema de madera y quincha es estable, no se va a caer. La caña y el barro hacen de absorción de energía, es un sistema que no pesa mucha, pero cuando se mueve, el tarrajeo de barro o de yeso se marca y debes cubrirlo porque sino entra la polilla y se empieza a picar. La mayor parte de Barrios Altos está deteriorado, y es conocido que hay miles viviendas que están en peligro», dice y avizora que esa sería la zona más vulnerable, no en tanto la parte tradicional. «La zona tradicional de Lima está bien y la vulnerabilidad no debe ser muy alta».
Mala construcción sumada a mal terreno es una bomba de tiempo. Por ejemplo, Lomo de Corvina o Pachacutec están sobre suelos altamente vulnerables. La falta de mantenimiento de las viviendas en los Barrios Altos es lamentable. «Desgraciadamente, ahí casi todo se ha tugurizado y las personas no le dan mantenimiento, han puesto baños por todo lados porque lo han lotizado», afirma Piqué del Pozo.
Asimismo, comenta que hace algunos años el CISMID hizo por encargo de la Asociación de Aseguradores, un estudio de microzonificación de suelos de Lima. «Según ese estudio está clarísimo que Lomo de Corvina, que es un cerro de arena dejada por el viento, se va a caer. Pachacutec en Ventanilla también es una zona de riesgo. Parte de Manchay también es vulnerable. No sé si se pueda saber con exactitud cuántas casas se pueden caer en todo Lima, pero se puede estimar porcentajes en algunas zonas más que otras. Escuche a un congresista decir que 500,000 casas podrían colapsar, yo no estoy tan seguro, creo que podrían ser menos».
El especialista siguió informado qué otras zonas podrían ser vulnerables. «Villa El Salvador, San Juan de Lurigancho o Los Olivos, también son realidades diferentes porque se encuentran en suelo arenoso con roca o terreno de cultivo en la parte norte. A finales de 1960 y en plena década de 1970 es que empieza el tema de las invasiones en esas zonas y la mayoría de construcciones que están encima son informales a pesar de ser modernas. Son vulnerables porque no cumplen con normas. Muchos han usado dimensiones fuera de norma en columnas, por ejemplo. Así tengas buen material no se sabe cómo va a resistir. En cambio si construyes con normas sabes cómo se va a comportar la vivienda. El 75% de las construcciones en Lima son informales. En ese porcentaje seguro hay mayor vulnerabilidad. Pero de ese porcentaje cuánto se dañará», se pregunta.
Esa incertidumbre también fue planteada por el ingeniero Leonardo Rischmoller, especialista peruano que radica en Chile y que vivió muy de cerca el sismo ocurrido en ese país en el año 2010. «Uno puede hacer una serie de presunciones, pero lo que queda claro es que con el alto nivel de informalidad en Perú, la incertidumbre es enorme. No sabemos cómo se va a comportar una estructura frente a un sismo. Y los que somos ingenieros o arquitectos, cuando vemos una casa autoconstruida sobre la ladera de un cerro o sobre un arenal, solo podemos hacer presunciones de que eso no se va a comportar bien. No podemos dar una cifra dura, pero si podemos decir de que si viene un terremoto fuerte como el de Chile probablemente tendremos que lamentar muchas desgracias en vida y en pérdidas de infraestructura».
Asimismo, recuerda el comportamiento de las estructuras tanto en Haití como en Chile. «Haití es justamente la evidencia opuesta a Chile. El nivel de informalidad allá es alto. Y es conocido que el daño se produce donde no hay normas, un diseño correcto ni materiales adecuados, si uno falta no funciona. Uno puede ser muy pobre, pero la pobreza no puede ser excusa para la informalidad. Eso es lamentable. El precio que tuvo que pagar Haití fueron 200,000 muertes. En Chile en cambio, la realidad fue otra. En Constitución hubo problemas muy graves en infraestructura, en vivienda y en educación, pero la mayoría de los destrozos no fueron producto del sismo sino del tsunami. Sin embargo, hubo estructuras que se cayeron por el terremoto por ser muy antiguas y porque fueron construidas sin tener en cuenta la última norma antisísmica que se mejoró en Chile luego del terremoto de 1985», explicó Rischmoler.
LA NORMA
El ingeniero radicado en Chile, informa que tras la modificación de la norma en 1985, se han construido miles de viviendas en ese país. «En Chile se vienen construyendo más de 100,000 viviendas anuales. De ese total un gran porcentaje son hechas con subsidio del gobierno. Es decir, son viviendas sociales o públicas. En Chile se construyen alrededor de 10 millones de metros cuadrados al año, en edificación, con esa norma». Sin embargo, comenta que tras el sismo lo más probable es que la normativa sufra nuevas modificaciones que permitan calcular mejores resistencias.
A propósito ¿cómo está la norma sísmica peruana? A decir del ingeniero Antonio Blanco Blasco, nuestra norma permite hacer diseños estructurales acorde con las exigencias mundiales. La norma nos asegura que una vivienda podría quedar no habitable, pero en ningún caso tendría que colapsar.
Afirma que en los últimos 40 años, desde que se publicó allá por el año 1970, el Reglamento Nacional de Construcción, la norma ha sufrido una serie de modificaciones producto de la experiencia. «La norma -evoca- fue cambiada en el año 1977. Esa es la segunda norma y también es la primera que se hace con nombre propio Norma de Diseño Sismorresistente y que pasa a formar parte del Reglamento Nacional de Construcción. Por qué sucedió esto, porque tuvimos terremotos en 1966, 1970 y 1974 y en esos 8 años aprendimos demasiado. Mucho cambiaron los conocimientos estructurales».
«Con esa norma del 77 hemos vivido 20 años, hasta el año 1997 porque en 1996 vino el terremoto de Nasca. Un terremoto que se sintió mucho en la población, gobierno e ingeniería, porque en esa época se construía los colegios de Infes y tres nuevos sufrieron grandes daños. ¿Qué aprendimos en el 96? Que nuestro nivel de fuerza estaba bien, pero mal como desplazamiento. ¿Qué pasó con los colegios? Se rompieron las columnas. En el 96 aprendimos que las estructuras se movían más de lo que creíamos, y cambiamos con la norma del 97. Esta norma comenzó a controlar las deformaciones laterales, en la práctica nos obligó a poner más placas en los edificios. La única manera de controlar el desplazamiento es colocando unas columnas enormes o introduciendo muros de cortes, conocidos como placas», puntualiza y rememora que la prueba de esa norma se dio cuando vino el terremoto de Arequipa, Moquegua y Tacna en el 2001, cuando ningún colegio posterior a la mejora de 1997 sufrió daño. Luego del 2001, la norma fue modificada en el 2003, pero sin cambio radical, indica.
De la misma manera, afirma que tenemos normas actualizadas. «En cuanto a normas estamos bien. Tenemos actualizadas la norma de sismo, de carga, de albañilería, de concreto. El problema es que en el sector informal se sigue construyendo solo con pórticos. ¿Cuántos edificios hay con placas en Pisco, Chincha, Ica? En provincia el problema es que seguimos haciendo edificios con pórticos, no ha habido el ajuste de la ingeniería estructural que se siente en la capital», se lamenta.
No obstante, al nivel de informalidad que se conoce, confía en que los grandes edificios no tengan esa falla. «Lo que se dice es a nivel de vivienda de uno o dos pisos. La mayoría es verdad que es informal, pero eso no lo solucionamos con normas. Además no creo que los edificios tengan ese grado de informalidad, seguro que también lo hay, pero no creo que a nivel de edificio el 75% sea informal».
SOLUCIONES
Al consultarle cuál sería la solución para reforzar las viviendas informales, el experto no duda en decir que la solución a las estructuras es que tengan más rigidez lateral y eso se consigue con muros.
Por su parte, el ingeniero Luis Zegarra, afirma que reforzar una vivienda una vez hecha es muy costoso, no obstante, sugiere que evitemos que estas se sigan construyendo de manera informal. «Nuestras normas son muy buenas, el problema es su aplicación. Tenemos mucha construcción donde no hay participación de ingenieros, lo que hace que a pesar de tener buenas normas, buenos profesionales, haya edificaciones mal hechas en los conos o zonas de viviendas muy pobres. Este es un problema muy grave que tiene dos matices, a veces estas viviendas informales tienen una cantidad enorme de columnas que no las tienen las mejores viviendas, pero con una serie de defectos como mala cimentación, en terrenos no adecuados», asegura y propone mayor capacitación y colaboración por parte de los profesionales de la construcción. «Antes ha habido el proyecto de obsequiar a la gente planos, para que no tenga que pagar a ingenieros o arquitectos. Es decir, que usen los planos que le dan los municipios y que con eso tenga una vivienda adecuada. Es muy importante la participación de las municipalidades para que entreguen proyectos tipos que pueden elaborar los colegios profesionales».
NO TODO ES VIVIENDA
A pesar de lo expuesto, el ingeniero Piqué del Pozo, recuerda que no todo es vivienda. Insta al Estado a preocuparse por el reforzamiento de la infraestructura que ya se tiene y que es básica tras un sismo. «El gobierno debe preocuparse por los servicios que está obligado a dar. Está obligado a dar seguridad a través de sus comisarías, a dar agua, desagüe, electricidad, a tener en óptimas condiciones a los hospitales, colegios. Por más duro que suene, el resto debe ser preocupación de la gente».
El CISMID hizo por encargo de la Organización Panamericana de la Salud un estudio de 10 hospitales peruanos, sobre su vulnerabilidad. «Desde entonces no han hecho nada», comenta el ingeniero Pique del Pozo.
«El tema serio con Lima -dice- es que es el corazón productivo del Perú. El sismo afecta a las industrias también. Debemos preocuparnos de esa parte productiva y de las edificaciones esenciales. Hay que hacer el esfuerzo por intervenir de manera progresiva los colegios, hospitales y postas médicas. Eso es función del Estado. Está bien que hagas cosas nuevas, pero con lo que haces uno nuevo, arreglas 20. Eso es mucho más productivo. Cuando ocurra el sismo algunos tendrán la necesidad de que los atiendan. No puede suceder lo de Pisco, en donde su hospital solo se quedó con su sala de Emergencia, porque fue lo único nuevo que se hizo. Estamos a tiempo de intervenir secuencialmente hospitales y postas médicas».
Piqué del Pozo, informa también que en el año 1997, el CISMID hizo por encargo de la Organización Panamericana de la Salud un estudio de 10 hospitales peruanos, sobre su vulnerabilidad. «Desde entonces no han hecho nada. El Seguro intentó un concurso para hacer los proyectos y reducir la vulnerabilidad, pero quedó en nada. Cuando cambiaron a la gente, esa institución perdió su memoria histórica. Tanto es así, que el Almenara ha pedido que le hagamos un estudio de vulnerabilidad y yo le voy a contestar con la carátula de ese estudio», cuenta.
Igualmente, alerta que ese mismo estudio dice que el Hospital Cayetano Heredia está en grave peligro. «Sus estructuras son muy malas, se van a caer. El Rebagliatti no está tan mal, tiene pabellones peores que otros, pero es una estructura antigua de los años 50, nosotros tenemos norma sísmica desde el año 70. Insistimos que se intervengan prontamente colegios, hospitales, cuarteles de bomberos, todo lo que es esencial para mantener la seguridad. Además sería bueno insistir en la necesidad de que el Indeci, promueva planes específicos de contingencia de respuesta. Está bien los simulacros, pero ¿después? Hay que tener planes escritos y manuales a todo nivel. ¿Qué le corresponde a cada autoridad, a la policía, a cada ciudadano? Cada uno debe saber qué hacer tras un sismo, como sucede en Japón o Estados Unidos», sentencia.
El trabajo que nos espera es arduo. La tarea está planteada. Es importante la participación de todos en la labor por erradicar la informalidad, por continuar la supervisión de las nuevas obras, por empezar con el reforzamiento de las viviendas que se tienen. Ojalá que todos los entes participantes en el desarrollo del sector construcción se involucren.
¿Qué nos dice la historia?
Según el especialista del Instituto Geofísico del Perú, Hernando Tavera, la historia nos dice que en el caso de Chile un terremoto idéntico sucedió en 1835, es decir hace casi 200 años. «La gente piensa que una vez sucedido un terremoto ya no sucederá en mucho tiempo. Sin embargo, el ocurrido en Chile es igual al de 1835 y en la misma zona. Si hablamos de un terremoto similar a ese en el Perú, la historia no dice que ese fue el terremoto de 1746 que ocurrió frente a Lima. Ese sismo tuvo un magnitud de 9.0 grados y una rotura de 500 kilómetros, hubo olas de tsunami de 13 metros, que inundaron el Callao. Se dice también de que los 5,000 habitantes del Callao solo se salvaron 200 eso es lo que se sabe», asegura.
Alerta, que la zona sur del Perú también es crítica porque no ocurre un terremoto de esas características desde 1868 y en Arica e Iquique no ocurre desde 1877. «Y la cosa es más preocupante en la región norte. En la información histórica no encontramos datos que digan que ahí ha ocurrido un sismo grande, no significa que no ocurre sino que probablemente ocurre cada 800 años ó 1,000 años y cuando ocurre lo más probable es que sea grande».
El experto en sismología dice finalmente que no hay que olvidar que la placa de Nasca choca con el continente y eso es continuo. «Obviamente la placa de Nasca choca con el continente a lo largo de unos 7,000 kilómetros desde Chile hasta el sur de Panamá, entonces como no puede meterse de un solo golpe, entonces se va metiendo por partes si, pero al final todo avanza. Los terremotos no son continuos en el área sino son aleatorios», detalla.
Discusión sobre la noticia