En el día 57 del aislamiento social obligatorio que nos protege de contraer el COVID-19, no hay cuando veamos que la curva de contagio se aplane y decline. Las personas enfermas superan las 67 mil y somos uno de los países con la cifra más alta de esta pandemia en Sudamérica.
Las medidas tomadas bajo la forma de martillazo no han dado resultado. A estas alturas, la responsabilidad ya no es de quienes incumplen las restricciones, sino del gobierno, que mientras por un lado afirma acciones de control, por otro lado, se siguen viendo a miles de ambulantes en las calles o vehículos colectivos circulando sin miramientos.
Anuncia entrega de bonos para los más vulnerables y necesitados, pero no planifica una entrega sin riesgos y si las planifica no funcionan como debe ser. Colas interminables en bancos, colas interminables en mercados y colas interminables en hospitales por los contagios que se generan por no seguir las normas de distanciamiento social.
El sector construcción empieza a operar en la Fase 1 de la reanudación de actividades. Se suponía que el 11 de mayo, según lo anunciado por el presidente de la República, Martín Vizcarra, pero luego el ministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Rodolfo Yánez, aseguró que el 18 de este mes. Pensábamos que este inicio iba a ser inmediato considerando que es un sector formal que se rige por normas de seguridad y salud precisas y que protegen a los trabajadores sobre cualquier eventualidad en obra.
Sin embargo, a lo correctamente ya exigido ahora se suman pedidos que cargan nuevas obligaciones, mayores costos. Parece que las autoridades desconocen que la construcción es una especie de ente vivo, que no es estático y menos que se no desenvuelve en una oficina de cuatro paredes.
Una sola compañía puede estar comprometida con varias obras por lo que los requerimientos en los lineamientos y protocolos podrían variar por empresa y por cada uno de sus proyectos. De ser cierta esa interpretación, no habría un motor a toda marcha, ni alta demanda de trabajo, ni entregas de obras a corto plazo que hagan crecer los dígitos que se preveían para este año.
Un futuro nefasto roza con la quiebra de aquellas empresas formales que no podrán asumir los gastos de sus proyectos que se verán obligados a modificar sus cuadros financieros. Y no podrán asumir el costo de mano de obra ni compra de materiales de construcción ni pago de ninguna índole, situación que dista de la propuesta de no romper la cadena de pagos y de hacer crecer la economía peruana.
Hay que andar con cuidado, pero no le pongamos tanta traba a un sector que cuando es formal da trabajo a miles de peruanos.
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