Por: Lic. Pablo E. Salinas – Politólogo – Ex-Director de Obras Sanitarias de la Ciudad de Río Cuarto, Córdoba, Argentina
El 7 de diciembre de 1972, la tripulación del Apolo 17, tomo desde el espacio la más bella y armoniosa fotografía jamás conseguida de nuestro planeta, “The Blue Marble” (la canica azul). Este registro visual habría de convertirse en un icono unitivo y conmovedor sobre la verdadera dimensión y fragilidad de la casa que habitamos en común, pero además sirvió para resaltar con su color intenso, la importancia del AGUA como soporte de vida, dada su posición planetaria providencial e inmejorable -una distancia aproximada de 149´597,870 de kilómetros respecto al sol-, lo suficiente para permitirle conservarse en su estado líquido, sin evaporarse por completo, ni convertirse en una inviable roca congelada, llegando a ocupar así las dos terceras partes del globo desde hace aproximadamente unos cuatro mil millones de años. Este elemento químicamente simple en su estructura molecular (H2 O), a prima facie muy abundante en la naturaleza (1,332 millones de km3), sufrirá por dicha condición una insuficiente valoración social, observable en el uso irresponsable y contaminante que históricamente venimos realizando del mismo, a tal punto de haberlo comprometido seriamente a futuro como el medio capaz de asegurar la vida general en la tierra; cabe destacar que el 98% del agua existente es salada y sólo el 2% restante es agua dulce, mientras que éste último porcentaje se encuentra distribuido de la siguiente manera: el 69,7% en glaciares, 30% en acuíferos y 0,3% en cursos hídricos.
UN POCO DE HISTORIA
Como sabemos, el género homo hizo su aparición hace aproximadamente 2.5 millones de años en África, comenzando desde allí su largo camino de evolución y ocupación total del espacio terrestre. Su peregrinar fue determinado por el seguimiento migratorio de presas y plantas a recolectar, coincidiendo naturalmente con las rutas de AGUA, ya sea en ríos, arroyos, lagos, lagunas, acuíferos, oasis, pozos o bien aprovechando las oportunidades que le pudiesen brindar los litorales marinos, por lo que esta marcha los llevó desde verdes escenarios regados frecuentemente por lluvias, pasando por desoladores desiertos casi sin rastro del vital líquido, hasta llegar a los gélidos confines donde reina con rostro de hielo y nieve, o bien como océanos a vencer en procura de inciertas recompensas lejanas.
Los pueblos cazadores-recolectores de hace unos 12,000 años atrás nos dan pistas certeras al proveernos de algunos materiales arqueológicos como lanzas de pesca, hachas, agujas, hojas de hoz de sílex, figuras talladas o pinturas rupestres, de aquellos asentamientos a los que volvían una y otra vez y que generalmente se ubican en fértiles valles atravesados por generosos ríos, asegurándose la exuberancia de alimentos necesarios para su supervivencia; aunque éste modo de vida nómade sería sustituido tiempo después por uno sedentario, dando lugar al nacimiento de la agricultura luego de la última glaciación hace aproximadamente unos 10,000 años, lo que cambio la forma de proveerse alimentos, llegando más tarde a tener que inventar obras de acopio y riego para hacer frente a la escasez de agua temporal y evitar así el colapso como le ocurriera a otras civilizaciones que no supieron ¿cómo enfrentar las hambrunas? que sobrevenían a largos períodos de sequía.
Con el correr de los siglos la humanidad se preocupó por conocer cada vez más el valioso elemento AGUA tanto por su necesidad de consumo diario, –uso personal, doméstico, bebida, preparación de alimentos, higiene, saneamiento personal y uso recreativo- , como también por ser un medio generoso que les brindaba alimentos; por lo que al comprenderse mejor los regímenes hídricos y los comportamientos estacionales del clima, se mejoró su aprovechamiento general, en especial para la irrigación de cultivos y como fuente de bebida diaria del ganado que les aportaba leche, carne y vestido; además de servir el trazado de sus caprichosos cauces como límites naturales entre reinos o estados vecinos, y como vías de transporte y comunicación.
Conforme los asentamientos humanos crecían en número y se hacían más complejos, la demanda de agua en cantidad para el consumo, llevo tanto a pequeñas como grandes poblaciones de la antigüedad en Asiria, el Antiguo Egipto, Grecia, en el imperio Romano, Mesoamérica, India, Jordania y Perú, – por mencionar algunas de las más importantes-, a tener que esmerarse en la construcción de obras de ingeniería hídrica y desarrollar técnicas que las hicieran más eficientes, incluso a la hora de reutilizar el recurso; ej: se construyeron alcantarillados que conducían el agua de lluvia hasta reservorios donde se la acopiaba; se construyeron baños públicos y de agua caliente, presas, se comenzó a utilizar el denominado tornillo de Arquímedes que permitía sortear los desniveles de los causes, se construyeron largos acueductos que canalizaban flujos hídricos permanentes desde un lugar definido de captación – generalmente ubicados en las montañas, para facilitar su transporte por gravedad hasta algún punto distante que lo requiriera, diseñándose para ello obras estratégicamente distribuidas como fuentes públicas y aljibes domiciliarios, que solían ser reabastecidos desde una red de acueductos urbanos con compuertas de orientación de caudales y primitivas llaves de pasos.
Así como se requerían grandes volúmenes de agua acorde a las necesidades de aquellas comunidades, la preocupación también estuvo fijada en proporcionar agua segura para el consumo humano mediante incipientes y novedosos procesos de purificación domésticos, ejemplo: La recomendación que hiciera el médico griego Hipócrates (460 a 354 ac) de hervir y colar el agua antes de beberla puesto que, por aquellos tiempos, ya se había logrado establecer su conexión entre ésta y ciertas enfermedades, o bien utilizando el método de desalación por evaporación recomendado por Aristóteles (384 a 322 aC) que solía ser utilizado por los marinos para aprovisionarse de agua dulce durante sus viajes. En la búsqueda de optimizar el agua, se acostumbraba igualmente a exponerla al sol por varias horas, se la filtraba mediante arena, piedras y carbón, se la contenía en recipientes de cobre y/o plata, o se la hacía reposar en ánforas para que precipiten las partículas en suspensión extrayéndose el agua más pura ubicada en el parte superior de las mismas. Otros métodos utilizados para purificarla era el de sumergir en ella un trozo de hierro candente o incorporarles algunas piedras de alumbre para clarificarla, eliminado turbidez, olores y mejorar su sabor.
Durante la edad media la utilización básica del agua fue ampliada al sumarse un nuevo uso, esta vez como generadora de energía al recurrirse a la fuerza de ríos y arroyos para mover las ruedas de los molinos ubicados convenientemente a sus veras, pero fue recién con el advenimiento de la revolución industrial acontecida a mediados del siglo XVIII en Gran Bretaña primero y luego en el resto de Europa, en que se evidenciaron las nuevas formas de producción capitalista y la necesidad de aprovechar mejor y más eficientemente las posibilidades que el recurso hídrico proporciona para transformar las materias primas en las fábricas citadinas, ya que no sólo será requerido a los fines antes mencionados, sino que también será valorada como fuente de energía en estado gaseoso en el nuevo del proceso productivo basado en las máquinas a vapor, convirtiéndose las cuencas interiores en cuerpos receptores de volcamientos para los desechos cloacales urbanos e industriales que culminaban sin tratamiento alguno inexorablemente en los océanos.
Pero fue recién alrededor del año 421 dC con la fundación de la ciudad de Venecia en que se implementó la filtración de agua a gran escala, dado que pese a estar rodeado de ella, carecían de la misma para el consumo. Este novedoso proceso por su magnitud, fue imitado también por otros grandes conglomerados urbanos como Paris y Londres ya que tomaban agua de mala calidad al proveerse de mismos cursos hídricos que contaminaban, debiendo construir a su tiempo también plantas de filtración y acudir a la distribución mediante toneles sellados. Paralelamente, la iniciativa privada habría de perfeccionar año tras año diversas técnicas, combinando filtración, colado y sedimentación, además de incorporar al proceso, materiales como arenas, esponjas y lanas.
Para principios del Siglo XIX, la contaminación de aguas superficiales por materia fecal en los cursos de agua superior, se había convertido en un problema mayúsculo que desato mortales epidemias de cólera y fiebre tifoidea, diezmando grandes poblaciones generalmente ubicadas rio abajo, especialmente en América del Norte, Europa, Oriente Medio y la India; mientras que el año 1858 sería recordado en la capital británica como “Año del Gran Hedor”, por los olores nauseabundos provenientes de los desechos cloacales e industriales que se arrojaban al río Thames.
La grave situación sanitaria desencadenó investigaciones científicas que ayudaron al conocimiento de tales enfermedades, comenzando a ganar terreno e importancia la idea de efectuar controles bacteriológicos mediante los procesos de filtración, de la mano de los aportes científicos de investigadores como Luis Pasteur y Robert Koch, lo que a trajo aparejado la construcción de obras de infraestructuras públicas que mejoraron significativamente la calidad de vida de las personas; pero no será sino hasta principios del siglo XX en que la utilización generalizada del “cloro” como agente de desinfección del agua, en que se evidenciara una muy transcendental mejora en la salud de las poblaciones; desde entonces ha habido cada vez una mayor comprensión del tema, sean perfeccionando los procesos de filtrado y control, se han incorporado complementariamente nuevos agentes de asepsia como el ozono y la radiación ultravioleta, lo que ha permitido ir definiendo una serie de elementos y condiciones físico-químicas y bacteriológicas que deben estar presente al momento de calificar el agua como potable.
La mirada sobre los espacios marinos, también fue mutando con el tiempo y se pasó de concebirlos como un vastedad en la que prevalecía la incertidumbre y los confines abismales, para dar luego dar lugar a la idea de proprietas; ej., el Imperio Romano cuando logro ocupar todas las costas alrededor del Mar Mediterráneo, lo denomino “mare nostrum”; siglos después tal concepción mutó por la de dominium, -ej. la república de Génova lo hizo sobre su golfo, la de Venecia sobre el Mar Adriático o la misma Inglaterra sobre el Mar del Norte, reclamando derechos jurisdiccionales bajo la tesis de “mare clastrum”; por su parte el jurista holandés Hugo Grocio, habría de proponer una antítesis a aquella, a la que denominaría “mare liberum” en 1609; noción que quizás haya consolidado por un lado, la idea de inapropiación del espacio marino por parte de ningún estado, y por otro lado, la imagen distorsionada sobre la existencia un área anárquica en la que fueran posible cualquier actividad sin control aunque fuesen moralmente reprochables como la piratería, las acciones altamente contaminantes al arrojar desechos químicos a sus agua, usando los fondos marinos u oceánicos como cementerios radiactivos, o bien arrasando irresponsablemente con sus riquezas ictícolas; situación que en gran medida se ordenó con la firma de la Convención Internacional del Derecho del Mar celebrada en Jamaica en 1982.
PENSAR ESTRATÉGICAMENTE EL AGUA
En materia ambiental todas las variables están estrechamente relacionadas e inciden unas sobre otras, por lo que los desequilibrios experimentados tienen consecuencias caóticas que afectan sin excepción a todos los rincones de la tierra, observándose con preocupación que las ventanas de oportunidad para hacer cambios significativos y duraderos se están cerrando rápidamente. Ante ello, la comunidad internacional, los gobiernos soberanos y los individuos en particular, deben iniciar una urgente y decidida modificación de las prácticas imprudentes que nos han llevado a la presente situación, comenzando por impugnar con decisión palpable los actuales modos de producción y consumos capitalistas, como afirmaba el filósofo André Gorz, al haber entrado la humanidad en oscuras horas perentorias.
El aumento general de la temperatura del planeta por la emisión de gases de efecto invernadero ocasiona el derretimiento acelerado de los glaciares, y de los casquetes polares cuya huella puede observarse sobre las corrientes marinas, que compromete gravemente la vida que de ellas dependen, igualmente se aprecia un aumento de los niveles del océano que pone en alerta las ciudades costeras. Ésta nueva realidad climatológica, –largos períodos de sequía, inundaciones o fenómenos meteorológicos extremos nunca antes registrados-, se potencian por la desforestación sin control que gana tierra para la agricultura, suelo que por sus cualidades se agota rápidamente y dan lugar a tempranos desiertos, con el costo de haber sacrificado la diversidad biológica que contenían. En este preocupante marco, gestionar los recursos hídricos de manera sensata resulta vital.
Según apreciaciones del Banco Mundial, el ritmo de crecimiento de la población del planeta se desacelerará, pero seguirá creciendo, lo que traerá una mayor competencia por los recursos naturales, alimentos y espacios habitables, con mayores niveles de polución, pobreza y conflictividad; afirmando también que para finales de la próxima década se enfrentará un déficit del 40% entre la demanda de agua respecto a la que se encuentre disponible.
Numerosos estudios, nos dan cuenta que la primera consumidora del recurso hídrico es la actividad agropecuaria con el 80%, mientras que el 12% es utilizado por la industria y el 8% es requerido para consumo público, estimándose que para alimentar a 9,000 millones de personas en el 2050, la producción agrícola deberá haber aumentado en un 60% y la extracción de agua en un 15%; ésta sobreexplotación ha de profundizar el descenso de las napas freáticas y el secado de ríos y arroyos indispensables para sostener la vida, no habrá seguridad hídrica y cerca de 1,800 millones de personas habitarán en regiones o países con escasez absoluta de agua tal como indica el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WWAP) de la UNESCO, produciéndose grandes migraciones de refugiados ambientales, con lo que todo ello significa desde el punto de vista político, económico, social y sanitario.
En el mismo sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos indica que en la actualidad 3 de cada 10 personas, o 2,100 millones de personas en todo el mundo, carecen de acceso a agua potable y de disponibilidad en el hogar; mientras que 6 de cada 10, o sea 4,500 millones, carecen de un saneamiento seguro; informándonos que alrededor de 5 millones de personas mueren anualmente por enfermedades relacionadas con inadecuada provisión y/o tratamiento del agua y de las cuales cerca de 1.800.000 son niños menores de 5 años que fenecen por enfermedades diarreicas asociadas a la falta de higiene. El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de dicha organización, afirma que “el agua potable, el saneamiento e higiene en el hogar no deben ser un privilegio exclusivo de quienes son ricos o viven en centros urbanos, se trata de servicios fundamentales para la salud humana, y todos los países tienen la responsabilidad de garantizar que todo el mundo pueda acceder a ellos”. Por eso la organización recomienda que los proveedores de agua elaboren y ejecuten “Planes de Seguridad del Agua” (PSA) que sirvan para gestionar y evaluar un recurso muy escaso, minimizando los riesgos sobre el sistema y facilitar su acceso a la mayor cantidad de personas posibles.
Ahora bien, desde ¿dónde deben partir los gobiernos locales para el diseño de sus políticas públicas dirigidas a alcanzar los ODS – Objetivos de Desarrollo Sostenible del PNUD Nro. 6 – AGUA Y SANEAMIENTO? Sugiero partir de la realidad geográfica ya que sus características sirven para definir mejor ¿qué hacer?, ¿qué priorizar?, ¿qué implementar? Etcétera, pues no es lo mismo gestionar el agua en contextos de “escasez” que hacerlo en contextos de “abundancia”, o cuando la calidad es inadecuada para el consumo humano, o por el contrario cuando la misma es suficiente, salubre, aceptable, accesible y adquirible; tampoco lo es cuando las demandas se corresponden con modos de vida y actividades económicas muy poco amigables con el ambiente, o por el contrario cuando el flujo vital es significativo y permanente para hacer frente a múltiples actividades económicas de gran impacto.
La concepción del agua, que sostengan los funcionarios será fundamental, ya que nos permite comprender la lógica con que se define su uso y preservación; para algunos sólo será un “recurso hídrico puro”, que se oriente hacia el desarrollo económico/productivo, prevaleciendo la idea de una explotación meramente extractiva e instrumental, aislado del medio vital inmediato.- Mientras que para otros, ha de primar “lo ambiental”, en éste caso el marco de referencia del agua cambia, se amplía su tratamiento general y no podrá ser pensada al margen del entorno, por lo que las acciones gubernamentales deberán atender los requerimientos de la actividad humana bajo el paragua de la protección y la preservación general del medio ambiente. Por ello, la gestión local del agua debe ser estudiada y concebida en relación directa con otros niveles de decisión estatal y en concordancia con los ODS, unificando percepciones, coordinando las agendas, estableciendo prioridades, modelos y tratamientos específicos, planificando acciones, superando tensiones y desacuerdo, con una visión de hermandad global como nunca antes se haya visto.
Lic. Pablo E. Salinas. Profesor de Derecho Internacional Público, Historia Política Argentina I e Historia Social y Política Contemporánea en las Carreras de Abogacía, Lic. en Cs. Política y el Prof. en Cs. Jurídicas, Política y Sociales, Facultad de Ciencias Humanas; en Cátedra Geología Legal y Legislación Ambiental en la Fac. de Cs. Exactas, y en la Cátedra Problemática de la Comunicación en la Fac. de Cs. Económicas (Tec. No Docente), todas de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba Argentina, y Docente de la Secretaria de Extensión de la Universidad Provincial de Córdoba.