Por: MSc. Arq. Gerardo Regalado R.
La planificación urbana es un proceso sistémico propuesto desde la autoridad libremente elegida; diseñada y formulada a partir de un diálogo social, por eso se dice que la ciudad es “una construcción social”, sin embargo, este proceso puede no implementarse y menos retroalimentarse por parte de las competencias del gobierno local, teniendo como consecuencia la urbanización informal.
Los diversos instrumentos de gestión del territorio urbano en el Perú y particularmente en Lima, como competencia de los gobiernos locales, son formulados por un grupo de tecnócratas, expertos y entendidos en la materia, que utilizando los mecanismos de la participación ciudadana, someten al escrutinio a una población desinformada y menos instruida en temas de planificación urbana, invitando a las mesas técnicas a funcionarios que poco o nada tienen que decir, sin una cuota mínima de poder de decisión y alcaldes sin voluntad política.
Esta situación expresa una forma de gobierno denominada sofocracia; gobierno de los “sabios privilegiados” que describe Platón en su obra “La República”, como el poder ejercido por aquellos cuya razón poderosa permite que se eleven por encima de los ciudadanos en pos de encontrar la verdad y la justicia (Cañas Quirós, 2008). Solo que en este caso, se someten las ideas de estos “técnicos privilegiados” a la consulta, discusión y mejor parecer, de aquellos con apariencia de involucrados, que lo único que hacen es enterarse de documentos de diagnóstico y propuesta preparada para ellos ¿Acaso no deberían los gobiernos locales elaborar dichos documentos y proponerlos para la discusión?
Por otro lado, debemos inferir que, la planificación urbana es parte del “contrato social” como acuerdo de todas las partes constitutivas de la sociedad que es consagrado con la finalidad de asegurar la libertad originaria del ser humano y obtener los frutos que produce una vida en asociación, con igualdad de derechos y donde prevalece la voluntad general por sobre la individual (Rousseau, 1880).
En ese contexto, los procesos de consulta de los Planes Interdistritales llevados a cabo por el Instituto Metropolitano de Planificación (IMP) de la Municipalidad de Lima, no utiliza una metodología aprendida, entrenada y experimentada para legitimar los procesos y consultas de sus instrumentos de gestión del territorio urbano en pos del bienestar general.
En ese sentido debemos afirmar que, no puede haber una construcción social de la ciudad si se conversa sobre “ideas preconcebidas” sobre mapas o planos de los distritos de Lima confeccionados por los técnicos del IMP. Estos representan el pensamiento hegemónico dominante de la economía urbana en Lima Metropolitana, a partir de los cuales pretenden administrar los usos del suelo (Risler y Ares, 2013).
Los mapas de diagnóstico que se someten a consulta no permiten producir un diálogo e intercambio de ideas desde la comunidad, no expresan la verdadera naturaleza simbólica e imaginaria del territorio urbano, pues no han sido construidos a partir de las opiniones e interacción con las personas que lo habitan, perciben, sienten y utilizan. No manifiestan la subjetividad de los fenómenos urbanos y lo que representan para el urbanita, aquellos que lo edifican y cambian en su cotidianidad (Risler y Ares, 2013).
No obstante, existen metodologías basadas en el concepto de “mapeo colaborativo” que permiten construir un territorio más saludable, justo, interconectado, productivo y participativo, como lo avizora el PLANMET 2040 en sus ejes estratégicos. En especial el eje participativo, este es el eje central que debe legitimar los Planes Interdistritales que ahora se vienen ajustando, sin embargo, la escala más conveniente es la “barrial”. Escala que nos permite construir en sintonía con los fenómenos urbanos más esenciales, una versión más fidedigna y sincera de los usos del suelo de Lima, para luego sincronizarlos con la normativa vigente.
Adentrarse en el ámbito barrial exige por lo menos dos condiciones. La primera que los involucrados en esa escala conozcan su territorio por sectores, condición que es más que segura. La segunda que, los gobiernos locales aseguren una participación efectiva, así como sucede en los presupuestos participativos.
Para la realización de este cometido, es necesario utilizar a nivel local-sectorial “el charrete de planificación urbana”, un proceso que recoge la “cultura colectiva” a partir de una interacción constante para la formulación de un plan factible, exento de disputas y cargado de acuerdos sobre la misión, visión, políticas, estrategias, programas y proyectos, con retroalimentación, apoyo e imbuido de legitimidad que permita hacerlo realidad (Lennertz, B. & Lutzenhiser, A., 2014).
Por lo tanto, los mapas que se discutirán en la instancia metropolitana de Lima, serán aquellos que pongan sobre la mesa de diálogo los alcaldes distritales, legitimados por sus vecinos y no los mapas que son formulados desde el IMP, sean o no elaborados desde trabajos de campo eficientes, pues estos han de servir mejor para cotejar la realidad mostrada por los involucrados locales. Más bien dicho organismo debería cumplir un rol de guía, colaborando en afinar el diagnóstico y las propuestas mostradas, lejos de una sofocracia que desde todo punto de vista evidencia un conveniente diálogo de sordos.