Por: Orlando Ardito. Gerente General de EPEI-Perú.
En un año especialmente volátil, incierto, complejo, ambiguo, las empresas han desarrollado aún más una gran capacidad de adaptación a nuevos modos de operar y definir objetivos de cambio estructural para crecer a largo plazo en esta coyuntura de pandemia mundial. Las normas se convierten así en aliadas en estos tiempos de cambio, brindando soporte y reinventando modelos de negocio.
La cultura de la normalización se ha convertido en una ventaja competitiva; quienes la desarrollen sobrevivirán, y los que no, quedarán rezagados o aislados del mercado. Para las inversiones y capitales no existe bandera ni nacionalidad, no existen límites entre países; pero los productos (bienes y servicios), éstos deben cumplir requisitos específicos respecto al país de destino, esos requisitos son conocidos como normalización, y se han convertido en una barrera natural, obligatoria para mercados exigentes.
Y es que la normalización (también denominada estandarización) es el proceso de elaborar, discutir técnicamente, mejorar y difundir las normas que se emplean en distintas actividades científicas, industriales o económicas.
Las normas ayudan a las organizaciones a crecer y transformarse, puesto que se convierten en una guía sobre las mejores prácticas para el bienestar de toda la sociedad y al ser voluntarias es una invitación a la excelencia, pues mejoran la gestión de las empresas, aportando seguridad y calidad a procesos, productos y servicios eléctricos por ejemplo.
Actualmente la normalización tiene que ser dinámica, responder a las necesidades globales, buscar oportunidades de mejora en las empresas para abrir mercados mundiales. Las normas internacionales ayudan a promover la sostenibilidad, por ejemplo, al preparar el terreno para el uso de energía renovable y la integración en la red eléctrica. Las normas internacionales también allanan el camino para los procesos de economía circular, incluido el reciclaje y la reutilización de materiales, además de proporcionar puntos de referencia para la eficiencia energética en múltiples dispositivos y sistemas.
Gracias a las normas existentes se eleva la calidad de los productos, mejora la consistencia de los procesos lo que se puede reflejar en la confianza del consumidor, del inversionista, de la comunidad, hasta del futuro colaborador, y de los diversos stakeholders de una organización. Al cumplir con un set de normas se tiene la licencia social para operar, se construye marca, porque se crea la percepción de productos consistentes, que tienen una determinada performance esperada y cumplen con esa expectativa. Sin las normas no es posible la globalización ni estar presente en mercados internacionales.
Para alcanzar la cultura de la calidad basada en la normalización es imprescindible: descubrir las debilidades para mejorarlas, asegurar que en la cadena de valor se cumplan con las normas, se tenga el estándar necesario; evolucionar cada año en consensos de proveedores y clientes en un camino hacia la excelencia, llevando a la organización a mayores niveles de exigencia con buenas prácticas para el proceso de mejora continua.
En un momento en que el mundo se enfoca hacia el uso racional de la energía, las normas internacionales preparadas por IEC, ISO e ITU tienen en cuenta soluciones probadas y comprobadas a los desafíos técnicos. Los estándares cubren todos los aspectos del ahorro de energía, el agua y la calidad del aire. Establecen protocolos y métodos de medición estandarizados. Su amplio uso ayuda a reducir el impacto ambiental de la producción y los procesos industriales, facilita la reutilización de recursos limitados y mejora la eficiencia energética.
El Perú participa activamente a través de sus expertos técnicos como EPEI, INACAL y la empresa privada en las reuniones de la Comisión Panamericana de Normas Técnicas – COPANT y en el Foro de Países Latinoamericanos de IEC en preparación hacia la Jornada Anual IEC que tendrá lugar en Ginebra el próximo 13 de noviembre.